Vivencias

Soy un joven de 47 años, orgulloso de mi edad y de mi familia. Llevo más de veinticinco años y la mitad de mi existencia, compartiéndola con mi mujer, la persona con la que me ha premiado la vida y que seguramente no he merecido.

Tenemos dos hijos que han llenado nuestra existencia: Una chica de veintitrés años, licenciada ya en Dirección de Fotografía, y un revoltoso adolescente de quince, estudiante de la E.S.O. La mayor hizo los estudios superiores en Madrid y después de pasar unos meses en Italia, anda preparando las maletas con la intención de iniciar una nueva aventura en Londres, seguramente. El pequeño sueña con ser periodista deportivo y emular a los Paco González y Manolo Lama.

Siempre que puedo, la verdad que últimamente no mucho, intento ponerme en forma, me gusta nadar. Con La Primera Meiga no he hecho otra cosa que caminar por los paseos de las playas del Marín en el que resido desde Portocelo hasta Aguete y por el Paseo Marítimo hasta A Illa das Esculturas de la Pontevedra a la que amo.

Me gusta leer todo tipo de novelas, aunque me inclino más por los thrillers históricos. El cine me apasiona, el de verdad, el que lleva mensaje, y no me importa que sea comercial, no me considero un cinéfilo al uso. Y la música, por supuesto, sobre todo las bandas sonoras. Lamentablemente no tengo mucho tiempo ni para leer, ni para ir al cine, ni para escuchar toda la música que me gustaría. Pero soy optimista y pienso conseguirlo algún día, cuando me jubile: No tendré tiempo para aburrirme con todo lo que llevo acumulado y de retraso.

He pasado toda la vida peleando por el futuro. He arriesgado y hasta me he arruinado un par de veces por intentar cumplir mis sueños y ser alguien apasionado con lo que cree, siente y piensa… Hace cuatro años la enfermedad invadió nuestras vidas: Sin darnos cuenta, en tan solo dos meses, a mi mujer se le diagnosticó cáncer de mama y a mí me extirparon un tumor en la vejiga que no tenía buena pinta. Al final todo ha salido bien. Ella está terminando el proceso de curación definitiva, las revisiones están siendo todas positivas y lo mío se quedó en un buen susto. Desde ese momento nuestra filosofía de la vida dio un giro de ciento ochenta grados: No es que no nos importe el futuro, pero ¿qué sentido tiene si no vivimos el presente?